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Libano y Siria / Lebanon and Syria

LÍBANO Y SIRIA

 

Por fin, después de 65 años, la República Árabe de Siria ha decidido oficialmente establecer relaciones diplomáticas oficiales con la República de Líbano. Esto no es algo sin importancia sino que se considera un logro considerable en las relaciones entre los dos vecinos. En un momento en el que las tropas rusas están golpeando en la República de Georgia, vienen a la memoria las imágenes de la actuación de Siria en Líbano en el pasado. Pero el pasado es el pasado y se ha abierto una nueva etapa entre Beirut y Damasco. 

Las relaciones entre los dos países las definió Siria bajo su perspectiva de que Líbano era una entidad de creación artificial que debería formar parte de la Gran Siria. Esta percepción estropeó las relaciones entre los dos países que estuvieron condicionadas por consideraciones internas, regionales y globales. 

Los repetidos golpes militares de los años cincuenta  y sesenta  y la inestabilidad interna de Siria tuvieron repercusiones en las relaciones de Damasco con Líbano. Posteriormente, en 1975 cuando estalló la guerra civil en Líbano, Siria se vio muy involucrada en los asuntos libaneses con el apoyo de otros países árabes, Estados Unidos e Israel. 

El estallido de la guerra civil en Líbano se percibió en Damasco como una amenaza militar para Siria y su posición política contra Israel. Durante la guerra civil, las metas de los líderes sirios tenían tres vertientes: (1) Impedir la toma del poder en Líbano de la izquierda palestina, que habría conducido inevitablemente a un conflicto entre Siria e Israel, (2) frustrar cualquier intento de partición de Líbano que pudiera amenazar la propia integridad de Siria y (3) mantener el status quo entre las facciones libaneses enfrentadas. 

Los sirios consiguieron  la mayoría de sus objetivos y, en 1991, después de la decisión del Presidente Hafez al-Assad de unirse a las fuerzas dirigidas por EEUU contra las tropas iraquíes que invadieron Kuwait, EEUU ignoró deliberadamente la presencia de Siria en Líbano.  

Durante casi veinte años las relaciones entre Siria y Líbano se inclinaron a favor de la primera. Líbano se convirtió en el último país «satélite» en las relaciones internacionales contemporáneas desde la caída del muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética. 

Durante ese periodo Líbano perdió toda apariencia de independencia, ya que se convirtió en un peón de los problemas estratégicos regionales y globales en Siria. Internamente, el régimen sirio se involucró en todos los detalles y meandros de la política de su pequeño vecino. Los políticos libaneses, con pocas excepciones, decidieron trasladar todas las decisiones importantes que afectaban al destino de su país al gobierno sirio. 

Siria desempeñó un papel importante en la elección de jefes de estado libaneses tales como Elias Hrawi and Emile Lahoud. Ambos presidentes estuvieron totalmente supeditados a Damasco y fueron premiados por su conducta con la renovación de su mandato presidencial en contra de la Constitución Libanesa. Los presidentes libaneses son elegidos por un periodo de seis años. 

En este marco general entró el difunto Primer Ministro Rafiq al-Hariri. Hariri, ciudadano libanés-saudita, hacía el juego de Damasco pero también quiso permitir a Líbano recuperar algo de su independencia. Un año antes de su asesinato (febrero de 2005) las relaciones entre Hariri y el régimen sirio eran muy tensas. A esto también contribuyó el descontento saudita con la interferencia de Siria en los asuntos libaneses y palestinos y el apoyo total del Presidente Bashar al-Assad a Irán. Además, en 2004, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la Resolución 1559 que requería la retirada de las fuerzas extranjeras de Líbano y el respeto a su soberanía.  

Después del asesinato de Hariri tuvo lugar una enorme manifestación anti-siria en Beirut, uniendo a la mayoría de los libaneses y forzando  la salida de las tropas sirias de Líbano. A pesar de su retirada física de Líbano, Siria aseguró que sus aliados libaneses todavía jueguen un papel crucial en el futuro de su país. Siria se convirtió en un partidario importante y conducto de armas de Hizbulá, la milicia-partido político chií creada por Irán. Las relaciones entre los dos países llegaron a ser muy tensas y se rompieron como resultado del dominante sentimiento anti-sirio en Líbano. 

Como parte de su nueva política para sacar a Siria de su aislamiento y como gesto de buena voluntad hacia Francia y EEUU, dos de los amigos clave globales de Líbano, Bashar al-Assad decidió recibir ayer al Presidente de Líbano Michel Suleiman de igual a igual y no como un vasallo dispuesto a recibir órdenes. 

Esto es algo positivo en las turbias aguas de Oriente Medio. Esperemos que sea el comienzo de unas relaciones armoniosas solamente  en bien de los intereses estrictamente libaneses y sirios. 

 

LEBANON AND SYRIA 

 At last after 65 years the Syrian Arab Republic has officially decided to establish official diplomatic relations with the Republic of Lebanon. This is not a small feat and is considered as a major breakthrough in relations between the two neighbours. At a time when Russian troops are pounding the Republic of Georgia into obliteration, images of past Syrian behaviour in Lebanon come to mind. But the past is past and a new page has been turned between Beirut and Damascus. 

Relations between the two countries were defined by Syria’s perception that Lebanon as an entity is an artificial creation and ought to be part of Greater Syria. This perception marred relations between the two countries that became hostage to internal, regional and global considerations. 

In the 1950s and 1960s recurring military coups and internal instability in Syria reverberated on Damascus’s relations with Lebanon. Then, in 1975 when the civil war started in Lebanon, Syria became heavily involved in Lebanese affairs with support from other Arab countries, the U.S. and Israel. 

The outbreak of the civil war in Lebanon was perceived in Damascus as a threat to Syria’s military and political position against Israel. During the civil war, the goals of the Syrian leadership were threefold: (1) to prevent a leftist-Palestinian takeover in Lebanon, which would have inevitably led to a conflict between Syria and Israel, (2) to thwart any attempt toward the partition of Lebanon that could threaten the integrity of Syria itself, and (3) to maintain the status quo between the Lebanese warring factions. 

The Syrians achieved most of their aims and, in 1991, following President Hafez al-Assad’s decision to join US-led forces against Iraqi invading troops in Kuwait, the U.S. turned a blind eye on Syria’s presence in Lebanon. 

For almost twenty years Syria’s relations with Lebanon became lopsided in favour of the former. Lebanon became the last «satellite» country in contemporary international relations since the fall of the Berlin Wall and the end of the Soviet Union. 

During that period Lebanon lost any semblance of independence as it became a pawn in Syria’s regional and global strategic concerns. Internally, the Syrian regime got involved in all the details and meanders of its small neighbour’s politics. Lebanese politicians, with few exceptions, decided to hand over all major decisions affecting the fate of their country to the Syrian leadership. 

Syria had a major role in hand picking Lebanese heads of state such as Elias Hrawi and Emile Lahoud. Both presidents were totally subservient to Damascus and were awarded for their behaviour by renewing their presidential mandate in violation of the Lebanese Constitution. Lebanese presidents are elected for a period of six years. 

Into this whole picture enters the late Prime Minister Rafiq al-Hariri. Hariri, a Lebanese-Saudi citizen, played by Damascus’s rule but also wanted to let Lebanon regain a semblance of independence. A year before his assassination (February 2005) relations between Hariri and the Syrian regime became very tense. This was also due to Saudi discontent with Syria’s interference in Lebanese and Palestinian affairs and President Bashar al-Assad’s total support for Iran. Also, in 2004, the UN Security Council adopted Resolution 1559 calling for the withdrawal of foreign forces from Lebanon and respect for its sovereignty. 

Following Hariri’s assassination a huge anti-Syrian demonstration took place in Beirut uniting most Lebanese and forcing Syrian troops out of Lebanon. By physically withdrawing from Lebanon Syria made sure that its Lebanese allies will still be playing a crucial role in the country’s future. Syria became a major supporter and weapons conduit for Hezbollah, the Shia militia cum political party created by Iran. Relations between the two countries became very tense and broke down as a result of the pervasive anti-Syrian feelings in Lebanon. 

As part of his new policy to bring Syria out of its isolation and as a gesture of goodwill towards France and the U.S., two of Lebanon’s key global friends, Bashar al-Assad decided to receive yesterday Lebanon’s President Michel Suleiman as an equal partner and not as a vassal willingly receiving orders. 

This is a positive development in the murky waters of the Middle East. Let us hope it will be the beginning of harmonious relations that will only be in the interest of Lebanese and Syrians.

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