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España y el Mediterraneo / Spain and the Mediterranean

 

A lo largo de los siglos, además de su presencia en Latinoamérica, España ha mirado al Mediterráneo como un escenario importante para su política exterior. Ahora resulta más patente por el apoyo e interés en la región que ha mostrado del Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Moratinos. 

Desde Líbano a Marruecos, España busca un papel activo promocionando sus intereses políticos y económicos.  A finales de mayo, el Rey Juan Carlos I visitó varios países en el Golfo Pérsico donde fueron firmados diversos acuerdos económicos entre España y alguno gobiernos de la región. Por ejemplo, se firmó un acuerdo entre el Ministro español de Comercio y el Grupo General de Inversiones de Arabia Saudita para la construcción de la Ciudad Portuaria de Abdallah. Acuerdos similares fueron firmados en Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). El interés español en el Golfo no sólo se limita a las iniciativas económicas.  Ejemplo de ello es una conferencia Internacional de Religiones, muy relevante, que tendrá lugar en Madrid a mediados de julio. 

España está involucrada en el proceso de paz Árabe-Israelí-Palestino de Oriente Medio. En un reciente artículo publicado en el periódico libanés An Nahar, Moratinos expresó sus esperanzas de que había llegado el momento oportuno para una resolución final del conflicto entre israelíes y palestinos, y un posible acuerdo entre Siria e Israel. No olvidemos la importantísima aportación española al mantenimiento de la paz en Líbano. El próximo comandante de las tropas de la FINUL en Líbano será español. 

Por otro lado, en el norte de África, España mantiene intensas relaciones con Marruecos y Argelia. Las preocupaciones españolas en el Magreb incluyen cuestiones sobre estabilidad, desarrollo, migraciones internacionales, terrorismo, tráfico de personas, negociaciones sobre pesca y medioambiente. 

Según Haizam Amirah-Fernández, un importante analista de estudios internacionales y estratégicos del Instituto Real Elcano en Madrid, que acaba de escribir un libro sobre el norte de África, las relaciones españolas con Marruecos pueden ser descritas como una «relación obsesiva». Las relaciones hispano-marroquíes han sido afectadas por diversas disputas territoriales tales como el reclamo por parte de Marruecos de soberanía sobre Ceuta y Melilla o la Isla de Perejil (conocida como Toura o Laila por los marroquíes) así como el asunto del Sahara Occidental. La principal preocupación del gobierno español en el Magreb es la estabilidad regional y la aparición de grupos radicales islamistas, especialmente después del 11 de septiembre. 

El estatus de la anterior colonia española sigue siendo la manzana de la discordia entre Rabat y Madrid. El gobierno socialista de España apoya la independencia reivindicada por el Frente Polisario. Esta política se enfrenta con los intereses de Marruecos, que ve el Sahara Occidental como parte íntegra de su territorio nacional. De cualquier forma, la solidaridad española con los saharauis se choca con las estrechas relaciones entre España y Marruecos. Estas relaciones están también sujetas a los flujos y reflujos entre ambos países.  

España debería intentar llegar a profundizar sus relaciones con Argelia para que se asemejen a las buenas relaciones hispano-marroquíes. Argelia, otro actor principal en el norte de África, es un importante suministrador de gas natural. En 1998, un 60% de la importación total española de gas fue de origen argelino, mientras que en 2006 rondó el 32%, debido a la diversificación de suministradores. Una vez que el gaseoducto Medgaz esté operativo en 2009, la dependencia española del gas natural argelino se incrementará. 

Argelia también es crucial para encontrar una solución duradera al futuro estatus del Sahara Occidental. En diciembre de 2006, durante el transcurso de una visita a Argelia del presidente español, el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika expresó su deseo de que España jugase un papel activo en la resolución del conflicto entre el Reino de Marruecos y el Frente Polisario, que pasa por aceptar el referéndum sobre el futuro estatus del territorio disputado. 

Las políticas españolas mediterráneas y árabes son loables. Para ser una potencia media, la influencia de la política española es cada vez mayor. Me imagino que está teniendo lugar un reparto de tareas entre los tres países mediterráneos: Francia, Italia y España. Los tres están de acuerdo que la estabilidad es una preocupación de suma importancia en el Magreb y el Mediterráneo. De cualquier forma, la cuestión sigue siendo que, a diferencia de la UE, los países del sur del cuenco Mediterráneo no tienen mucho en común, especialmente en términos económicos y políticos. He aquí un gran reto al sueño del presidente de Francia Sarkozy  de una «Unión Mediterránea.» 

En cambio, la política menos ambiciosa de España bien podría ser más productiva a medio-largo plazo.    

http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/Elcano_es/Zonas_es/00027 

 

SPAIN AND THE MEDITERRANEAN 

Throughout the centuries in addition to its presence in Latin America, Spain has also looked at the Mediterranean as an important arena for its foreign policy. This is more marked now by Foreign Minister Miguel Angel Moratinos’ personal advocacy and interest in the region. 

From Lebanon to Morocco, Spain has been seeking an activist policy promoting its political and economic interests. In late May, King Juan Carlos I paid a visit to several countries in the Persian Gulf where various economic agreements were signed between Spain and governments in the region. For instance, an agreement was signed between the Spanish Trade Ministry and the Saudi Arabian General Investment group for the building of the Abdallah Port City. Similar agreements were signed in Kuwait and the United Arab Emirates (UAE). Spanish interest in the Gulf is not only limited to economic ventures. In mid-July a very important International Conference of Religions will take place in Madrid. 

In the Middle East, Spain is involved in the Arab-Israeli Palestinian peace process. In a recent article in the Lebanese daily An Nahar, Moratinos expressed his hopes that the time was ripe for a final resolution of the conflict between Israelis and Palestinians and a possible agreement between Syria and Israel. Let us not forget Spain’s very important contribution to peacekeeping in Lebanon. The next commander of UNIFIL troops in Lebanon will be from Spain. 

In North Africa meanwhile, Spain has deep relationships with Morocco and Algeria. Spanish concerns in the Maghreb include stability, development, international migrations, terrorism, human trafficking, fishing negotiations, and environmental issues. 

According to Haizam Amirah-Fernández, a Senior Analyst at the Elcano Royal Institute for International and Strategic Studies in Madrid, who has recently edited a book on North Africa, Spain’s relations with Morocco can be described as an «obsessive relationship.» Spanish-Moroccan relations have been affected by territorial disputes such as Moroccan sovereignty claims over Ceuta and Melilla, the Parsley islet (known as Perejil to Spaniards, and Toura or Laila to Moroccans) and the issue of the Western Sahara. The Spanish government’s main concern in the Maghreb is regional stability and stemming the emergence of radical islamist groups, especially after 9/11. 

The status of the former Spanish colony is still a bone of contention between Rabat and Madrid. The Socialist government in Spain supports the Polisario Front’s claims for independence. This policy clashes with Morocco’s national interest that views the Western Sahara as part and parcel of its territory. However, Spanish solidarity with the Sahrawis is contradicted by the warm relations between Spain and Morocco. These relations are also hostage to the ebbs and flows between the two countries.

 Spain’s relations with Morocco need to be balanced by a more satisfactory policy towards Algeria, another major player in North Africa. Algeria is a major supplier of natural gas. In 1998, Spain received 60 percent of its total imports of gas from Algeria, while in 2006 the share was around 32 percent, due to the diversification of suppliers. Once the Medgaz pipeline becomes operational in 2009, Spanish dependency on Algerian natural gas will increase. 

Algeria is also a key to finding a lasting solution to the future status of the Western Sahara. In December 2006, in the course of an official visit to Algeria by Spanish Prime Minister, Jose Luis Rodriguez Zapatero, Algerian President Abdelaziz Bouteflika expressed his hope that Spain would play a important role in convincing the Kingdom of Morocco and the Polisario to accept the referendum on the future status of the disputed territory. 

Spain’s Mediterranean and Arab policies are to be lauded. For a mid-sized power, the extent of Spanish outreach is increasing. I guess a division of labour is taking place between the three Latin Mediterranean countries: France, Italy, and Spain. The three agree that stability is a paramount concern in the Maghreb and the Mediterranean. The question remains however that, unlike the EU, the countries of the southern Mediterranean shores do not have much in common especially in economic and political terms. Here lies a major challenge for France’s President Sarkozy’s dream of a «Mediterranean Union.» 

Spain’s less ambitious policy could well pay off in the medium to long-term. 

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